viernes, agosto 03, 2007


Rusia abre un nuevo frente en la lucha energética: el Polo Norte
Los que creían que ya no quedaba en el mundo tierra sin explorar se equivocaban. En el más recóndito de los lugares del planeta, bajo el mismísimo Polo Norte, existe todavía un territorio virgen que desde ahora podría empezar a formar parte de la historia.

Una expedición de científicos rusos logró descender ayer hasta los 4.200 metros de profundidad en dos minisubmarinos. Aparte de su tarea científica, la expedición intenta recabar pruebas para reclamar de forma simbólica para Rusia un extenso territorio del fondo marino bajo el cual podrían estar esperando 10.000 millones de toneladas de gas y petróleo. Si el tiempo confirma que la explotación de dichas reservas merece la pena, la disputa por el Polo Norte habría comenzado.

El descenso hasta las profundidades del polo en dos pequeños submarinos, el Mir-1 y el Mir-2, es un hito histórico, ya que es la primera vez que se lleva a cabo un viaje de este tipo a las aguas profundas del Polo Norte. Las dos pequeñas naves forman parte de un viaje que comenzó el pasado 24 de julio, cuando el barco Académico Fiodorov acompañado por el rompehielos nuclear Rossia partieron de Murmansk, la ciudad más septentrional de Rusia.

El batiscafo Mir-1 tocó fondo ayer después de casi tres horas de inmersión en el punto de coordenadas 90 grados latitud norte. En el sumergible, al mando del piloto Anatoli Sagalévich, viajaba Artur Chilingárov, vicepresidente de la Duma o cámara baja del Parlamento ruso y reconocido especialista en expediciones árticas y antárticas, y el diputado Vladímir Gruzdev.

Transcurridos 27 minutos, el batiscafo gemelo, Mir-2, pilotado por el ruso Yevgueni Cherniáyev también tocó el fondo marino. La tripulación del Mir-2 la completaban el científico australiano Michael McDowell y el millonario sueco Friedrick Pausen, quien ha pagado tres millones de dólares por participar en la aventura.

Entre las tareas de los científicos rusos (casi un centenar) estaba la de depositar un tubo de titanio en el fondo marino con una bandera rusa y mensajes para las futuras generaciones. Y es que esta aventura forma parte de los esfuerzos del Kremlin para que se reconozcan 1,2 millones de kilómetros cuadrados bajo el Océano Ártico como territorio ruso.

Otros tres países rivalizan con Rusia para que la comunidad internacional les reconozca derechos bajo los hielos. Son Estados Unidos, Canadá y Dinamarca. Según Moscú, la cordillera submarina de Lomonosov, de unos 2.000 kilómetros de largo y que cruza la región polar, es una extensión de la placa continental rusa. Si el Académico Fiodorov consigue pruebas de esta afirmación, Rusia podría reclamar el territorio bajo el amparo de la Convención sobre la Ley del Mar de las Naciones Unidas.

Dinamarca sostiene, en tanto, que esa formación geológica es continuación de la isla danesa de Groenlandia.