domingo, septiembre 24, 2006

¿LIBERTAD DE PRENSA?

En 1973, el 36,6% de la prensa escrita nacional era de izquierda. La dictadura eliminó 312.000 ejemplares diarios identificados con el gobierno de Salvador Allende: Clarín (220.000), El Siglo (29.000), Puro Chile (25.000), La Nación (21.000) y Las Noticias de Última Hora (17.000). Se cerraron unas 40 radioemisoras, 11 periódicos provinciales y un centenar de revistas publicadas por Quimantú, Horizonte (PC), Prensa Latinoamericana (PS) y otras empresas desaparecidas junto a su maquinaria e inmuebles.

Hace aproximadamente un mes cerró la revista cultural “Rocinante” constituyendo una nueva y severa pérdida para la muy limitada libertad de expresión que disfruta nuestro país. A dicha pérdida hay agregar este año la de “Plan B” y “El Portal del Pluralismo”. A su vez, ellas se suman a la virtual autodestrucción por parte de los lideres de la Concertación, del conjunto de los medios escritos que habían logrado desarrollarse en plena dictadura. Como “La Época”, “Fortín Mapocho”, “Análisis”, “Apsi”, “Cauce” y “Hoy”.

Esta autodestrucción se ha llevado a cabo a través de dos vías fundamentales: el bloqueo, a comienzos de los años ’90 de la continuación de apoyos financieros externos, y la discriminación de que han sido objeto respecto del avisaje fiscal.
En relación con la primera vía, tenemos el testimonio del Premio Nacional de Periodismo 2005 y ex director de la revista “Análisis”, Juan Pablo Cárdenas, quien ha señalado que el Gobierno de Aylwin “nos bloqueó una ayuda internacional importante que estuvo a punto de materializarse. Era del Gobierno holandés que destinó una ayuda millonaria para las tres revistas que se mantenían vigentes (‘Apsi’, ‘Análisis’ y ‘Hoy’) junto con el diario ‘La Época’ y ‘Fortín Mapocho’. La ayuda no se concretó porque el Gobierno de Aylwin le hizo ver al Gobierno holandés que cualquier asistencia a la prensa chilena sería vista como una injerencia en los asuntos internos de nuestro país”. Respecto del avisaje fiscal, el mismo Cárdenas ha indicado que “el Gobierno de Aylwin no nos hizo compartir la publicidad gubernamental. La podría haber distribuido equitativamente entre los medios”. A su vez, el comité Editorial de “Rocinante” denunció como “particularmente grave” que “El Estado chileno, a través de sus empresas, concentra una cantidad de recursos en materia de inversión publicitaria que refuerza este déficit de pluralismo al invertir casi exclusivamente dichos recursos en los grandes consorcios y monopolios de la comunicación”. Su directora, Faride Zerán, informó que las empresas del Estado destinan 62,7% de su publicidad en prensa escrita a “El Mercurio”.

Ciertamente es una derrota para el país y sus autoridades, particularmente aquellos que deben velar por el pluralismo informativo y la libertad de expresión, garantizando toda la riqueza y diversidad de nuestra sociedad. Pero la derrota no es sólo para el país, es para la democracia, para los derechos humanos, para la diversidad de opiniones, para el pluralismo yla libertad de expresión. Es el reflejo de la podredumbre de la seudo-democracia chilena, que aún desarrolla su vida al amparo de la Constitución heredada del régimen militar, y que a pesar de ciertos retoque y reformas, sigue siendo la constitución de la dictadura.

Todos aquellos medios alternativos e independiente, que manifiesten posiciones críticas hacia la gestión del gobierno neoliberal de la Concertación, son satánizados, en especial los más progresista y de izquierda.
Esto ocurre además en forma paralela al tráfico de influencias y la corrupción de altos personeros de los gobiernos de la Concertación, que de una u otra forma se expresa hacia los medios de comunicación. De allí que el primer mandatario sigue apostando por ciertas formas de censura, por la mediocridad y el farándulismo político y cultural, que es tan afín al esquema económico vigente en el país.

El Fray Camilo Henríquez, fundador del primer periódico “La Aurora de Chile”, celebraba la llegada de la primera imprenta en el año 1811, diciendo: “…se irá sintiendo nuestra existencia civil; se admirarán los esfuerzos de una administración sagaz y activa, y las maravillas de nuestra regeneración. La voz de la razón y de la verdad se oirán entre nosotros después del triste e insufrible silencio de tres siglos…”Estamos convencidos de que una democracia profunda se sostiene en una ciudadanía formada, culta, consciente, participativa, con capacidad de reflexión y discernimiento. Es la democracia que intentamos construir día a día desde cada una de nuestras actividades, pero ello también requiere, en esta materia, acciones certeras y manifiestas por parte del Gobierno.