jueves, febrero 15, 2007

EL ABORTO TERAPÉUTICO Y
LA DEMOCRACIA CRISTIANA


Todos consideramos que el aborto es detestable, pero también sabemos que es una cruda realidad, que debemos afrontar... El aborto terapéutico tiene por objeto salvar la vida de la madre ante un embarazo que le pueda producir la muerte... ¿Por qué me debo someter al pensamiento democratacristiano y dejarla morir?


El pluralismo es uno de los principios básicos de la democracia. Una sociedad pluralista es la que permite el encuentro respetuoso en la diversidad legítima de todos los seres humanos por igual.

En este tipo de sociedades, se entiende que el Estado debe ser neutral ante las diferencias de los distintos grupos que la conforman y debe respetar las formas legítimas en que éstos manifiestan sus valores y creencias.

La reacción histérica de algunos democratacristianos ante la declaración de admisibilidad de un proyecto de aborto terapéutico, nos demuestra que en la Concertación no todos coincidimos en ciertos conceptos ancla o básicos en una coalición que debiera ser pluralista y diversa.

Algunos DC creen tener el monopolio de la verdad y niegan la capacidad de discernimiento moral a quienes no sigan sus encíclicas. Esto es grave, pero más grave aún es el hecho de imponer sus convicciones a toda una sociedad que no necesariamente entiende que debe vivir sus vidas a la manera democratacristiana.

Cuando entramos en el delicado terreno de lo que criollamente se ha denominado “temas valóricos”, nos topamos una y otra vez con una de las más evidentes contradicciones de nuestros socios de pacto, esta es, su falta de compromiso con el respeto a la diversidad y su soberbia moral. Se nos acusa de rupturistas, de enemigos de la Concertación, de separatistas; todo portratar de dar forma a un proyecto que tiene sus raíces más profundas en los principios que inspiraron el nacimiento de la coalición: la lucha por recuperar la libertad y devolverle la diversidad al país.

¿Qué hay detrás de esta férrea postura de algunos DC? Las alternativas son reducidas y las explicaciones que las justifican son siniestras. Veamos.

Una parte de la DC tiene como sustento político un sector de la población liderado por los “obreros de Dios”, es decir, la Iglesia Católica, y si no manifiestan sus posiciones morales en los términos que la iglesia les propone, corren el serio riesgo de que ese electorado mire hacia la derecha.

Esta alternativa nos lleva a la conclusión de que parte de la DC ha dejado que la Iglesia Católica determine la forma en que todos los chilenos debemos vivir la vida, al imponer qué es lo que debemos considerar moralmente valioso y qué debemos considerar moralmente reprochable.

Soterradamente, la separación entre Iglesia y Estado sería un mito y algunos DC serían los operadores políticos de la primera.

Los DC están realmente convencidos de que el aborto terapéutico es una práctica abominable y que jamás debiera ser despenalizada puesto que atenta contra el derecho a la vida del que está por nacer.

Esta segunda alternativa, si bien a primera vista es menos oscura que la anterior, es igual de escalofriante por sus consecuencias.

En primer lugar, creo que nadie podría se partidario del aborto y disfrutar cada vez que se produce uno; por el contrario, todos consideramos que el aborto es detestable, pero también, sabemos que es una cruda realidad, que debemos afrontar.

En segundo lugar, el aborto terapéutico tiene por objeto salvar la vida de la madre ante un embarazo que le pueda producir la muerte.

Si los DC consideran que la vida del naciturum es más valiosa que la de la madre, entonces que sean consecuentes y dejen morir a sus mujeres cuando se produzcan situaciones de ese tipo, pero ¿por qué tienen que imponer igual criterio al resto de los chilenos?

Si yo considero que la vida de mi mujer es más valiosa que la del hijo que esperamos, ¿por qué me debo someter al pensamiento democratacristiano y dejarla morir?

Las alternativas antes planteadas nos demuestran serias diferencias dentro de la Concertación ante el significado de pluralismo y nos llevan a sospechar que algunos DC no tienen interés en vivir en una sociedad diversa y prefieren la imposición de sus “verdades morales” a cualquier costo.

Es así como la intolerancia, que fuera el vicio madre de la inquisición, asume nuevas formas en el Chile del siglo XXI, ahora bajo un velo de cuestionable bondad.

Por Marco Enríquez-Ominami. El autor es diputado socialista. Colaborador de la Revista Reflexión y Liberación.