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Cuatro décadas se cumplirán en julio de aquel Primer Encuentro de la Canción Protesta que acogió Casa de las Américas, entre el 24 de julio y el 8 de agosto de 1967, el mismo año en que Silvio Rodríguez compartía un recital con Teresita Fernández y poetas jóvenes, y se adueñaba de la pantalla doméstica una vez a la semana con Mientras tanto..., espacio musical donde aparecía como figura central y conductor. De aquella histórica cita, el autor de Ojalá y Te doy una canción recordaba en una entrevista:
«Es obvio que se nos etiquetó como “protesteros” por aparecer convocados por el Centro de la Canción Protesta de la Casa de las Américas . En verdad, en ese momento nuestras canciones consideradas “de protesta” se movían más o menos en las temáticas reconocidas: la guerra contra Vietnam, la discriminación racial y el antiimperialismo. El término cantores de protesta nos parecía chato, incluso hasta burdo, porque nosotros sentíamos, además, un fuerte compromiso con toda la trova, con la libertad de la poesía y la belleza, y nos parecía que esa aspiración no se podía encasillar, que no tenía límites, que estaba mucho más allá de un eslogan circunstancial.
Transcurridos 40 años de aquel encuentro inaugural , Juventud Rebelde publicó una conversacion con Silvio quien, junto a Pablo Milanés y Noel Nicola, constituyen los máximos representantes de una manifestación que es un componente esencial de nuestra identidad.
Transcurridos 40 años de aquel encuentro inaugural , Juventud Rebelde publicó una conversacion con Silvio quien, junto a Pablo Milanés y Noel Nicola, constituyen los máximos representantes de una manifestación que es un componente esencial de nuestra identidad.
_Silvio, ¿cree que la trova incide en los jóvenes de hoy?
—No sé hasta qué punto, pero también ignoro hasta dónde deja de significar. No pienso que la trova tendría que tener una incidencia a ultranza. La trova misma es de gran variedad y cada zona tiene sus adictos. Es admirable que, a pesar de haber sido casi siempre una música marginada, haya sobrevivido hasta nuestros días, a veces gracias a reducidos guetos de admiradores.
«No estoy de acuerdo con atribuirle a la ausencia o a la presencia de la trova, o cualquier otro tipo de música, problemas sociales que seguro tienen otras razones. Aunque claro que también pienso que en nuestro país hubo momentos más felices para la canción de texto.
«Yo diría que la lucidez tiene enemigos. Estos suelen atribuirle exceso de responsabilidad al compromiso social en las artes. Aluden demasiada conciencia y con ella tristeza.
«Para mí estos son argumentos absurdos, porque todos vamos a tener suficiente ausencia de pensamientos cuando no estemos. ¿Para qué anticiparnos a la nada? ¿Qué prisa podemos tener en no reflexionar?».
—Y en su opinión, ¿qué habría que hacer?
—El joven que todavía se debate en mis entrañas podría responder: la revolución cultural que se empezó con la alfabetización y después se detuvo. Pero dudo que este momento sea más apropiado que el de entonces. Así que mientras se crean condiciones para ese salto, supongo que debemos perfeccionar nuestros medios de difusión y ponerlos en función también de la cultura.
«Esto no puede ser maquillaje, porque eso ya se ha hecho. Los que exponen cultura tienen que ser cultos, los que hacen el arte tienen que ser artistas. Debería comenzar un cambio profundo en varias instituciones».
—¿Vive la trova un buen momento?
—La trova solo es una expresión de la música cubana y en sí misma contiene una amplia variedad. Hay que ver que, salvo en los tiempos en que se inventó la radio, la trova nunca ha sido muy divulgada a través de sus hacedores. El inicio de la radiodifusión lanzó a Matamoros, a María Teresa, a Piñeiro. Después, en los tiempos del filin, los grandes trovadores cantaban a la sombra de los clubes nocturnos, mientras los intérpretes famosos divulgaban sus obras.
«Así que el otro momento de difusión trovadoresca fue cuando se fundó el Movimiento de la Nueva Trova. Y más que por estar auspiciada por la UJC, aunque también por eso, me parece que parte de aquel éxito se debió a que estábamos unidos, a que a menudo decenas de trovadores nos encontrábamos para hablar de los problemas de la cultura, que era una forma de debatir los problemas del país. Casi sin darnos cuenta nos convertimos en un factor vivo y actuante de la sociedad. Yo creo que ser tantos, estar agrupados y ser coherentes nos fue dando el alcance que jamás sospechamos.
«Es obvio que actualmente no existe una experiencia cultural con una fuerza semejante. Puede que valga la pena reflexionar sobre eso. Y no para calcar aquello, que por supuesto es irrepetible. Tendría que ser para tener el arrojo de apoyar algo que fluyera naturalmente de la sociedad, una verdad estimulada, como fue el caso».
Confesiones
EN una entrevista publicada en 1980, Silvio contaba:
«Yo empecé a componer canciones a las que después caracterizaron con el nombre de Nueva Trova o Nueva Canción. Cuando me preguntaban en esa época qué era, yo prefería siempre llamarme trovador. No sé si por intuición. En aquel momento, yo no tenía una idea clara del desarrollo histórico de la trova ni del significado de todo aquello que empezábamos a hacer. Estaba en el ejército, tenía otro trabajo —diseñador de historietas— y pensaba regresar a mi profesión cuando terminara el servicio militar.
«Así empecé, como un joven al que le gustaba la música, cogió una guitarra y empezó a tocar. Como todos los jóvenes de mi tiempo, sentía un poco de rechazo por la música tradicional cubana que se oía en la radio. No así, sin embargo, por las canciones tradicionales de la trova que había escuchado de mi madre.
«En esa época se solía pensar que los trovadores eran unos viejitos que se reunían a cantar con voces desafinadas y roncas. No había una divulgación ni un rescate de nuestra historia musical.
«Desde que cogí la guitarra, lo hice con la idea de decir mis propias cosas. Siempre tuve la certidumbre de que tenía mis propias cosas que decir. Ahora, después de un trabajo profesional de años, de haber aprendido un poco de música, de poder analizar con más elementos y rigor algunas cosas, me doy cuenta de que mis canciones siempre tuvieron una intención diferente a lo que se oía en aquel momento. Aunque fueran canciones de amor, siempre planteaba las cosas de una manera diferente. En aquella época, empecé a leer a los clásicos del romanticismo: Lord Byron, Bécquer, Hoffman, todos ellos. Después me entusiasmó mucho la obra de Poe. Y aún hoy soy un seguidor de algunas de sus enseñanzas».
—No sé hasta qué punto, pero también ignoro hasta dónde deja de significar. No pienso que la trova tendría que tener una incidencia a ultranza. La trova misma es de gran variedad y cada zona tiene sus adictos. Es admirable que, a pesar de haber sido casi siempre una música marginada, haya sobrevivido hasta nuestros días, a veces gracias a reducidos guetos de admiradores.
«No estoy de acuerdo con atribuirle a la ausencia o a la presencia de la trova, o cualquier otro tipo de música, problemas sociales que seguro tienen otras razones. Aunque claro que también pienso que en nuestro país hubo momentos más felices para la canción de texto.
«Yo diría que la lucidez tiene enemigos. Estos suelen atribuirle exceso de responsabilidad al compromiso social en las artes. Aluden demasiada conciencia y con ella tristeza.
«Para mí estos son argumentos absurdos, porque todos vamos a tener suficiente ausencia de pensamientos cuando no estemos. ¿Para qué anticiparnos a la nada? ¿Qué prisa podemos tener en no reflexionar?».
—Y en su opinión, ¿qué habría que hacer?
—El joven que todavía se debate en mis entrañas podría responder: la revolución cultural que se empezó con la alfabetización y después se detuvo. Pero dudo que este momento sea más apropiado que el de entonces. Así que mientras se crean condiciones para ese salto, supongo que debemos perfeccionar nuestros medios de difusión y ponerlos en función también de la cultura.
«Esto no puede ser maquillaje, porque eso ya se ha hecho. Los que exponen cultura tienen que ser cultos, los que hacen el arte tienen que ser artistas. Debería comenzar un cambio profundo en varias instituciones».
—¿Vive la trova un buen momento?
—La trova solo es una expresión de la música cubana y en sí misma contiene una amplia variedad. Hay que ver que, salvo en los tiempos en que se inventó la radio, la trova nunca ha sido muy divulgada a través de sus hacedores. El inicio de la radiodifusión lanzó a Matamoros, a María Teresa, a Piñeiro. Después, en los tiempos del filin, los grandes trovadores cantaban a la sombra de los clubes nocturnos, mientras los intérpretes famosos divulgaban sus obras.
«Así que el otro momento de difusión trovadoresca fue cuando se fundó el Movimiento de la Nueva Trova. Y más que por estar auspiciada por la UJC, aunque también por eso, me parece que parte de aquel éxito se debió a que estábamos unidos, a que a menudo decenas de trovadores nos encontrábamos para hablar de los problemas de la cultura, que era una forma de debatir los problemas del país. Casi sin darnos cuenta nos convertimos en un factor vivo y actuante de la sociedad. Yo creo que ser tantos, estar agrupados y ser coherentes nos fue dando el alcance que jamás sospechamos.
«Es obvio que actualmente no existe una experiencia cultural con una fuerza semejante. Puede que valga la pena reflexionar sobre eso. Y no para calcar aquello, que por supuesto es irrepetible. Tendría que ser para tener el arrojo de apoyar algo que fluyera naturalmente de la sociedad, una verdad estimulada, como fue el caso».
Confesiones
EN una entrevista publicada en 1980, Silvio contaba:
«Yo empecé a componer canciones a las que después caracterizaron con el nombre de Nueva Trova o Nueva Canción. Cuando me preguntaban en esa época qué era, yo prefería siempre llamarme trovador. No sé si por intuición. En aquel momento, yo no tenía una idea clara del desarrollo histórico de la trova ni del significado de todo aquello que empezábamos a hacer. Estaba en el ejército, tenía otro trabajo —diseñador de historietas— y pensaba regresar a mi profesión cuando terminara el servicio militar.
«Así empecé, como un joven al que le gustaba la música, cogió una guitarra y empezó a tocar. Como todos los jóvenes de mi tiempo, sentía un poco de rechazo por la música tradicional cubana que se oía en la radio. No así, sin embargo, por las canciones tradicionales de la trova que había escuchado de mi madre.
«En esa época se solía pensar que los trovadores eran unos viejitos que se reunían a cantar con voces desafinadas y roncas. No había una divulgación ni un rescate de nuestra historia musical.
«Desde que cogí la guitarra, lo hice con la idea de decir mis propias cosas. Siempre tuve la certidumbre de que tenía mis propias cosas que decir. Ahora, después de un trabajo profesional de años, de haber aprendido un poco de música, de poder analizar con más elementos y rigor algunas cosas, me doy cuenta de que mis canciones siempre tuvieron una intención diferente a lo que se oía en aquel momento. Aunque fueran canciones de amor, siempre planteaba las cosas de una manera diferente. En aquella época, empecé a leer a los clásicos del romanticismo: Lord Byron, Bécquer, Hoffman, todos ellos. Después me entusiasmó mucho la obra de Poe. Y aún hoy soy un seguidor de algunas de sus enseñanzas».
Tomado de Juventud Rebelde. Cuba.
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